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Vivimos en un mundo artificial. Nuestras casas, nuestros lugares de trabajo, las calles o carreteras que los unen, los medios de transporte que usamos para desplazarnos, la luz con la que hemos hecho vivible la noche, la ropa con la que nos guarecemos del frío o pretendemos engalanarnos, la propia comida con la que nos alimentamos, los artefactos con los que enriquecemos nuestro ocio. El concepto de artificial, tanto en lo físico, como en lo biológico y en lo social, es crucial para entender el mundo en el que vivimos. Hemos alterado nuestro entorno, sustituyendo progresivamente el medio natural en el que floreció nuestra especie, hace unos cientos de miles de años, por otro medio artificial en el que nuestra vida es más larga y placentera. En la génesis de ese mundo artificial ha jugado un papel crucial la técnica, indisociable del hombre desde que aparece sobre la tierra. Hasta tiempos muy recientes se ocupa, para la génesis de ese mundo artificial, casi con exclusividad de las transformaciones materiales y energéticas. Sin embargo, en nuestro tiempo, se produce un cambio crucial en la historia de la técnica: las máquinas además de procesar materia y energía, procesan información. Ello permite concebir ingenios dotados de gran autonomía que remedan incluso a los seres vivos: los robots; máquinas que son capaces de gobernar su propio comportamiento de modo que parecen estar dotadas de un propósito, que ellas son capaces de buscar por sí mismas. En su concepción juega un papel primordial la estructura de realimentación de información, concepto éste creado en el ámbito de la ingeniería, pero que la ha desbordado hasta emplearse incluso en las ciencias sociales y biológicas. En la conferencia se desarrollan las ideas anteriores haciendo especial énfasis en los aspectos sociales, históricos y de pensamiento de la evolución de las maquinas hasta llegar a los modernos robots.
