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El Servicio de Arqueología del Ayuntamiento de Carmona ha localizado un "singular vertido" de conchas de caracoles terrestres, junto a restos de carbón y cerámica durante los trabajos de excavación en una vivienda de la localidad.
Los fragmentos cerámicos probablemente corresponden a los recipientes donde se almacenaban los caracoles. Esto supone según los técnicos municipales, una prueba más de que este animal era considerado en época romana "un manjar". Tal es así, que el escritor Plinio el Viejo llegó a atribuir a los caracoles efectos beneficiosos para la salud, la estética e incluso combatir los embrujos. Además, fue también la civilización romana, la primera en utilizar recetas gastronómicas con este producto como protagonista.
El hallazgo ha sido realizado en el transcurso de unas excavaciones arqueológicas preventivas, en una vivienda del entorno del barrio de San Blas y ha permitido además documentar "interesantes estructuras" de casas romanas y recuperar restos de un ajuar tartésico como el de Saltillo.
En esta localización estratégica del barrio de San Blas es donde se construyó el barrio fenicio, correspondiente al primer núcleo urbano estable de Carmona, al menos desde mediados del siglo VIII a.C.
Todo indica que las conchas de caracoles blancos y cabrillas encontradas son productos de haberlas consumido y después desechado sus conchas, o bien que el recipiente se cayera al suelo y se vertiese su contenido, señalan los técnicos municipales.
En cuanto a construcción, esta intervención preventiva ha permitido documentar varias fases. Se han encontrado estructuras de naturaleza doméstica de época romana republicana (siglos II-I a.C) que mantienen las mismas orientaciones que las edificaciones de periodos más antiguos localizadas en la zona, y que, en ocasiones son utilizadas como cimientos de las nuevas construcciones.
Generalmente siguen el mismo patrón constructivo de tiempos anteriores, es decir, cimentaciones y zócalos que se realizan en mampostería de piedra de alcor y muros que se levantan con ladrillos de adobe y se cubren con techos de madera. En algunas paredes también se documentan restos de enlucidos de cal.
Los pavimentos asociados a estas estructuras en el interior de las viviendas son de albero, arcilla roja y cal, dispuestos en "finas capas paralelas superpuestas", que en la zona de contacto con los muros suelen presentar una ligera pendiente de forma ascendente, mientras que para el exterior se emplean piedras y lajas de alcor y cantos rodados.
También se han documentado "interesantes capas de tierra" producidas en las distintas fases de uso y desuso que sufrieron estas construcciones. Algunas de esas capas depositadas sobre los pavimentos fueron generadas mientras la edificación de naturaleza doméstica a la que éstos pertenecieron se encontraba habitada. Son capas que contienen cenizas, carbón vegetal y pequeños trozos de cerámica.
Otras capas fueron producidas una vez que la vivienda dejó de utilizarse y sufrió un proceso de deterioro progresivo. Entonces, los materiales degradados se desprendieron de techos y paredes, formando capas horizontales que quedaron depositadas sobre las capas anteriores.
